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Cuatro retos de empatía en la acción docente de esta semana

Reto de empatía n. 1: Poner especial atención en la comunicación no verbal de mis alumnos durante una clase e interactuar con ellos a través de mis signos no verbales, sin verbalizar mis intenciones en ningún momento.

Clase: colectiva. Número de alumnos: 4. Momento descrito: Comienzo de la clase: saludo, preparación y disposición para trabajar.

Hoy a las seis de la tarde he tenido clase colectiva. Los alumnos han entrado a la hora en el aula, ruidosamente y con gran energía. Como había que colocar las sillas y atriles, porque la clase anterior había sido individual, he empezado a hacerlo yo, con un cuidado especial para no hacer ruido y mi saludo ha sido jovial, pero de intensidad moderada, sin mirarles tan apenas.

Lo han captado enseguida y han ido calmando su ímpetu, además de ayudar a poner los enseres que faltaban con un cuidado parecido al mío. A continuación, me he sentado en la butaca del piano con mi violín y arco preparado, como suelo hacer, pero con la postura especialmente erguida y dispuesta para tocar. No ha habido que decirles “¡Vamos chicos, colocaos ya!” o “¡Sentaos bien!” Conforme se colocaban en sus puestos, los miraba a cada uno, como preguntándoles: “¿qué tal estás?” y “¿estás bien?” y les sonreía para expresarles “Así, sí”.

Tres de ellos han respondido con su cuerpo, colocándose rápidamente con su mejor postura y muy atentos para empezar la clase. Pero uno de ellos, el último en colocarse, que había llegado más tarde, se ha quejado: “¡Me he dejado las partituras en casa!” Como su compañera de atril las había traído y colocado en él, le he hecho un gesto de mirar hacia ellas con mi cabeza, arqueando mis cejas para indicarle “Bueno, no te preocupes, que no te pase más; ahora, atento: mira ahí”, sin reprocharle ni consolarle, pero con la tranquilidad de mirarle mientras reaccionaba. Se ha serenado al instante, se ha colocado atento también y hemos comenzado.

Reto de empatía n. 2: Pensar en una persona con la que no me sienta nada identificado e imaginarme en su situación.

Momento descrito: Comienzo de una actividad conjunta.

Hemos llegado a la actividad conjunta programada y uno de los participantes no estaba preparado adecuadamente para la actividad. Su actitud era irascible y pendenciera y, además de no comprender o no querer comprender a los demás, no se responsabilizaba en absoluto de su parcela, antes bien echaba la culpa a los otros y reclamaba una consideración desmesurada.

He pensado en su situación familiar, que me había contado anteriormente, en lo poco que habrá descansado esta noche, si habrá visto a su hijo hoy o no, si su padre mayor lo conocerá o lo tratará bien, si se verá capaz o no de realizar adecuadamente su parte del trabajo, … Y me han venido innumerables posibles condicionantes para ese proceder suyo. Me he puesto en su lugar, a cargo de una asignatura más complicada organizativamente que las demás. Con una formación de mucha presión social, sintiéndose permanentemente observado, juzgado y criticado.

Con trato amable, seriedad y tono explicativo ha ido comprendiendo para qué estábamos allí y centrándose. Se ha puesto a trabajar y al rato ha tenido un fallo que ha malogrado el trabajo del resto. “Sin duda los problemas personales y su estado mental le están jugando una mala pasada inconscientemente”, he pensado. Y hemos vuelto a empezar, asignándole una tarea más sencilla.


Reto de empatía n. 3: Pensar en una persona con la que no me sienta nada identificado y encontrar una justificación para las acciones que desapruebo.


Momento descrito: Concretando una actividad conjunta.

Un compañero no para de poner pegas a las propuestas de otros; su trabajo no lo hace muy bien, pero cree que es el mejor y que los demás deben reconocer esa valía y llegar a donde él no llega y además lo exige con malas formas y desprecios.

                Proyecta en los demás su falta de autoestima y su frustración, y ejerce una especie de chantaje emocional en sus compañeros y alumnos que consiste en tratar desproporcionadamente mal al que tiene un fallo y lo contrario al que no le rinde pleitesía.

Una posible causa es que, en su infancia o en su familia, alguien importante para él no lo ha tratado bien. Yo lo he pensado y a partir de ahí lo he ido llevando a mi terreno, mostrándole un respeto que a mí no mi tenía inicialmente y, sin embargo, ha ido adquiriendo.
 

Reto de empatía n. 4: Procurar enseñar a través de preguntas, como en la mayéutica, incluyendo, entre las que formule, alguna referida a la percepción del alumnado y al estado emocional que le provoque el tema al alumnado.

Momento descrito: Clase individual a última hora de la tarde de ayer. Alumno de penúltimo curso, 5o de Enseñanzas Profesionales, 17 años.

                Comienza la clase, tras los saludos, con una pregunta: “¿Has afinado bien con el piano?”. La alumna dice que sí, pero se puede mejorar. “¿Seguro?” - La reacción ante una pregunta abierta es siempre positiva, ya que permite al interlocutor acertar, obtener el logro, cumplir el objetivo, alcanzar el éxito en la tarea. Que se trate de una segunda oportunidad (o tercera, o cuarta, …) no tiene importancia. Gracias a no dárselo hecho ni a “etiquetar” el error como un fallo, sino reconocerlo como un peldaño necesario en el proceso de aprendizaje, que culmina en éxito por parte del discente, éste se ve capaz y aprende el doble: Las destrezas y la seguridad de la experiencia de éxito-. Ahora sí está bien afinado. El éxito sí que lo reforzamos positivamente: “Muy bien”.

                Dentro del repertorio, algo de flexibilidad: En el apartado técnico, “¿Qué escalas has trabajado más esta semana?”. Después, a la hora de pasar a los estudios: “¿Cuál de los que llevamos en programa prefieres dominar primero?” "¿Cuál te gusta más?". Y, en cuanto a las obras, lo mismo.

                En el modo de ejecución, hemos reflexionado un poco, ante todo, sobre los aspectos musicales: “¿Cómo crees que debe sonar esta obra?” “¿Qué carácter y qué mensaje deseas expresar?” “¿Qué partes distinguirías, qué estructura observas?” “¿Qué partes señalarás con mayor dinámica, carácter o articulación, y cuáles menos?” “¿Dónde descansarás?” “¿Dónde está el clímax expresivo, cómo crees que deberás prepararlo y resolverlo?”, por ejemplo. Y, en cuanto a la técnica: “¿A qué velocidad de pulso la tocarías al final?” “¿A cuál comenzarías su lectura?” “¿Qué sensación física tienes ante ella?” “¿Cuál te gustaría o crees que deberías tener?” “¿Cómo puedes dar flexibilidad, soltura y precisión a tu arco? ¿Cómo controlarás y darás continuidad y proyección a tu sonido?” “¿Cómo dispondrás la mano izquierda para construir la colocación de los dedos en relación inconsciente con el oído interno?”  Son algunas de las preguntas que formulé al alumno, a las que aportó soluciones que habían salido en clase anteriormente y otras que discurrió en el momento. 

                  Al tratarse de un alumno de penúltimo curso, su hábito de reflexión, abstracción y autonomía en la resolución de problemas es ya algo avanzado y la mayéutica que podemos practicar es más profunda. Pero procuro aplicarla al alumnado de todos los niveles, porque los conocimientos y el control que va adquiriendo no se olvida y les queda mucho más claro que los protagonistas del aprendizaje son ellos.


Fig. 1 - Procurando aplicar la mayéutica y la empatía en la clase individual de instrumento

INTEF curso Habilidades para la vida y alfabetización emocional en contextos educativos Tarea 4.1


Autoevaluación de la tarea:

En base a la rúbrica facilitada para la evaluación,
estimo que los retos expuestos fomentan la empatía de modo excelente:

A)      Acciones propuestas: Propone cuatro acciones y explica con claridad cómo planea llevarlas a cabo y qué resultados desea conseguir.

B)      Adecuación de las acciones: Las acciones propuestas contribuirían a desarrollar la habilidad puesta en juego en este reto (empatía) y están contextualizadas en el ámbito educativo.

C)      Reflexión: Expone los resultados conseguidos y reflexiona sobre el proceso y sobre lo que ha aprendido de la experiencia.





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